Del coche al cielo

 

 

     La familia, arreglada de domingo, fue al concesionario; habían tenido que esperar dos meses, pero el momento había llegado; el padre firmó algunos papeles... y allí estaba, su coche nuevo, reluciente, maravilloso; el técnico le abrió las puertas y los niños se sentaron rápido detrás, la madre se sentó en el asiento del copiloto como lo haría la reina de Inglaterra en su trono, y el padre... a los mandos de esa máquina deseada. El técnico recitó, como si de un catecismo se tratase, las características y utilidades de todos los botones y mandos de la máquina. Las puertas del concesionario se abrieron y bajo la atenta sonrisa de los empleados del concesionario el coche comenzó a salir, despacio, torpemente... calándose en la calle... mientras buscaba nervioso el contacto, marcha atrás maniobraba un camión cargado de vigas de hierro. La carga se soltó y atravesando el parabrisas delantero del coche segó las cabezas de la familia y heló la carcajada de los empleados del concesionario. Aún se percibe en el coche ese maravilloso olor a nuevo.

 

 

 

(Eusebio Sánchez-Serrano M.)